Cojamos la Biblia y sometámosla a la ciencia. ¿Es posible comprobar que todos descendemos de una única Eva, que sería la madre universal? El genetista de la Universidad de Oxford, Bryan Sykes, se puso manos a la obra en Europa y descubrió que en el continente descendemos de sólo siete mujeres que fueron apareciendo paulatinamente desde hace unos 45.000 años.
El autor del estudio es un prestigioso profesor de Genética de la Universidad de Oxford y una de las mayores autoridades mundiales en ADN mitocondrial. Basándose en un conocimiento científico aceptado por todos los genetistas y en los análisis de ADN de quince mil mujeres europeas ha llegado a la conclusión de que nuestro mapa genético ha sido configurado por siete mujeres que habitaron la actual Europa en la última glaciación. Las ha bautizado como 'las siete hijas de Eva' y son las responsables de lo que somos actualmente.
El autor del estudio es un prestigioso profesor de Genética de la Universidad de Oxford y una de las mayores autoridades mundiales en ADN mitocondrial. Basándose en un conocimiento científico aceptado por todos los genetistas y en los análisis de ADN de quince mil mujeres europeas ha llegado a la conclusión de que nuestro mapa genético ha sido configurado por siete mujeres que habitaron la actual Europa en la última glaciación. Las ha bautizado como 'las siete hijas de Eva' y son las responsables de lo que somos actualmente.
LA CLAVE DE LA GENÉTICA FEMENINA
Existe una forma de rastrear la genética de las mujeres, remontándose hasta nuestras antepasadas más remotas. Se trata de seguir el hilo transmitido por el ADN mitocondrial, una molécula circular que nos lleva de viaje al origen de los tiempos, porque es la que más fielmente transmite la información genética.
Para entenderlo mejor tenemos que situarnos en el momento en que se concibe una vida humana. El espermatozoide ha fecundado el óvulo, pero para poder entrar ha tenido que desprenderse de su cola y el resto de la célula. El óvulo sólo permite que en su interior penetre el núcleo del espermatozoide, que lleva la información. Mientras, el óvulo se conserva intacto como célula. Por ese motivo, en el nuevo ser intervienen los núcleos de ambos padres, pero sólo las mitocondrias de su madre, porque son las que había en el óvulo. En concreto las mitocondrias nos interesan mucho porque contienen ADN, y éste permanece sin mezclarse con la línea masculina desde el origen de los tiempos. Está intacto. Así fue como se ha deducido que es posible rastrear el pasado femenino sólo tomando ese ADN, en lugar de tomar como referencia el procedente del núcleo que está ya muy mezclado.
Las 7 hijas de Eva no sólo han transmitido genes sino conceptos que tienen que ver con el amor.
Si además añadimos a la información que este ADN varía aproximadamente cada diez mil años, hemos obtenido la ecuación perfecta para encontrar la madre primigenia de la que descendemos. Tomamos el ADN mitocondrial de una persona y si presenta una sola variación en cualquiera de sus bases, procede de una antepasada de hace 10.000 años, que fue cuando se produjo la variación. Si hay tres variaciones, la madre de su clan vivió hace 30.000 años, según Bryan Sykes. Y así hasta siete, porque el científico no encontró una única madre, sino siete grandes mujeres cuya vida fue de tal intensidad que modificó los genes de todas las generaciones futuras hasta el día de hoy. Cada una vivió en un entorno social, un clan. Y sus análisis confirman que estos siete clanes europeos proceden a su vez de uno de los tres clanes genéticos que partieron de África para poblar todo el mundo. Las implicaciones que se deducen de este conocimiento prometen ser apasionantes.
LAS SIETE MADRES
Con las conclusiones del estudio, Sykes ha elaborado una teoría que ha conmocionado a toda la comunidad científica. Según sus datos, hace 150.000 años uno de los clanes africanos se instaló en lo que hoy es Europa y desde entonces ha habido un total de siete mujeres que han dejado huella en el ADN europeo. El científico incluso ha puesto nombre a cada una de ellas y establecido el lugar donde vivieron y la fecha aproximada en la que cada una dejó su impronta genética. Más allá de si se llaman Úrsula, Xenia, Helena, Velda, Tara, Katrine o Jasmine, estas siete mujeres debieron realizar algo sorprendente en su vida para haber variado los genes con los que nacieron y transmitirlos a sus descendientes. Casi todas vivieron durante la Gran Era Glacial, donde el frío era extremo. Entonces el hielo cubría Europa de tal manera que desde las Islas Británicas se podía caminar hasta Escandinavia, Francia y cualquier punto de Europa. Así que en esta época de condiciones climáticas tan adversas, donde conseguir comida requería gran esfuerzo y la esperanza de vida era muy corta, podemos suponer sin temor a equivocarnos que estas mujeres tenían que estar dotadas de una fuerza, una resistencia y un carácter combativo fuera de toda duda. Según el científico, estas siete mujeres tuvieron que sobrevivir a numerosas amenazas, como el acecho de animales salvajes y la Época Glacial, pero gracias a su fortaleza consiguieron formar los diferentes clanes de los que descienden los europeos actuales.
Bryan Sykes en su recreación imagina que todas tuvieron mayoritariamente hijas entre su descendencia, la manera de que su mutación en el ADN se transmitiera a la siguiente generación. Y para seguir la cadena, sus hijas también tuvieron que tener hijas y así durante varias generaciones, lo que aseguró que la mutación genética llegase hasta hoy por vía femenina.
Por supuesto, mediante el análisis del ADN la genómica actual no puede deducir qué rasgo concreto aporta cada una de las siete madres, sólo saben que el cambio en el gen se ha producido. Quizás con el tiempo se pueda conocer qué 'regalaron' cada una de ellas a sus descendientes. Porque aunque los cromosomas parecen algo pequeño e insignificante, moldean gran parte de lo que somos.
Lo que sí conviene señalar es que de todos los análisis de ADN mitocondrial realizados por Bryan Sykes a través de su empresa Oxford Ancestors hay un dato destacable: el 45% de las mujeres que se sometieron a ellos, eran descendientes de la misma mujer, a quien Sykes ha bautizado como Helena. Siguiendo sus investigaciones, vivió hace 20.000 años, en el momento en el que la Era Glacial era más dura. Mientras que el resto de mujeres se reparten unos porcentajes que oscilan entre el 17 y el 5% de descendientes, no se sabe porqué el clan de Helena es tan numeroso. Se desconoce si es porque su ADN mitocondrial posee alguna cualidad especial que dio a ella y su prole una ventaja biológica, o si sólo se trata del azar mezclado con la fortaleza que Helena y su grupo tuvieron que desarrollar para afrontar los helados inviernos de la última Era Glacial.
El científico ha declarado en varias ocasiones que el rasgo que unificaba a todas las hijas de Eva es que en ellas aparece la humanidad en su expresión más profunda. Algo que nos trae al presente una idea de madre ancestral que difiere con la herencia que hasta ahora nos habían contado. Según Sykes, el regalo que estas madres nos han otorgado habla de la esencia de las especies que fue preservada por estas mujeres. Ellas no sólo han transmitido los genes sino conceptos que tienen que ver con el amor, con el cuidado.
VALORES RELATIVOS
La información genética derivada de esta y otras investigaciones ha dado como resultado que nos tengamos que plantear alguno de nuestros valores de nuevo. Uno de ellos tiene que ver con las razas. Muchos científicos creían que se podían definir los distintos grupos étnicos por su base genética, pero esto no es posible. La realidad genética nos dice que todos somos africanos y que podemos encontrar un mismo tipo de ADN repartido por todo el planeta. Nos podemos dividir por madres, pero no por razas. La mezcla es total, hasta el punto que el doctor Sykes se hizo una foto con gente perteneciente al mismo clan. La sorpresa es que en ella aparecen blancos europeos, una sudamericana, un negro... en la apariencia eran diferentes, en sus genes procedían de la misma madre.
A los racistas se les ha terminado el argumento, pues es probable que analizando sus ADN procediesen de la misma 'madre mitocondrial' que aquel al que atacan, ya que muchos europeos tienen ADN africano.
Los científicos que sostenían que los europeos actuales descendemos de los agricultores de Oriente Medio, también han visto sacudidas sus tesis, puesto que el análisis del ADN mitocondrial demostró que más del 80% de la población europea tiene su origen en el Paleolítico, miles de años antes de que se inventara la agricultura.
Pero sin duda, para Sykes el descubrimiento ha sido revelador hasta tal punto que ha cambiado su manera de ver la ciencia. Cuando siempre había estado a favor de patentar los genes, tras este trabajo confesó en el programa Redes a Eduard Punset que "tras comenzar este trabajo me di cuenta de que es muy profundo, que eres portador de ADN en tus células, el cual proviene de esa inmensa sucesión de ancestros. Ha cambiado hasta mi punto de vista sobre la comercialización del genoma: la posesión de genes por empresas farmacéuticas es como vender a tus ancestros. Es como si fuera una traición... Me preocupa y creo que no está bien, que es equivocado".
Tras leer estas palabras muchos pensarán: "...si el ADN muta aproximadamente cada 10.000 años, y el último cambio se dio hace ese tiempo, ¿estamos ante las puertas de un nuevo cambio en los genes? ¿Puede haber hoy mismo una mujer excepcional que está mutando sus genes? ¿Puede haber comenzado ya una mutación en cadena para toda la humanidad?
Y si nos atrevemos a ir más allá, siguiendo los estudios de científicos como Rupert Sheldrake, ¿pueden alterarse los genes mentalmente, sin necesidad de transmitir el cambio a tus descendientes sino trasladando alteraciones al campo mental que puedan ser recogidas por cualquier ser humano? El argumento es digno de un libro.
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